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Un perverso asesino, una app de citas y un encuentro romántico que terminó con una mujer y su hija enterradas bajo la cocina

El escocés Andrew Innes, un cincuentón con cierta pinta, estaba separado, era padre de una hija y se desempeñaba como un exitoso ingeniero en software cuando, para combatir su soledad, abrió 34 cuentas en distintos sitios de citas por Internet. Obsesivo y retraído socialmente, enseguida se convirtió en un experto en vínculos virtuales. Está claro que de su perfil en la web no podría haberse extrapolado jamás que él pudiera ser un hombre perverso y oscuro, un sujeto peligroso, un pedófilo y un asesino brutal.

Desde principios de febrero de este año 2023, Andrew Innes (53) está en la cárcel. ¿Los motivos? Dos crueles asesinatos que incluyeron violencia y abusos sexuales. No podrá solicitar, hasta dentro de 36 años, su libertad condicional. La pregunta que queda flotando en el ambiente es: ¿cuántas mujeres y menores de edad pueden haber estado en sus redes a un paso de morir bajo sus manos? Porque lo cierto es que la policía escocesa duda mucho de que Bennylyn Burke (25) y su hija Jellica (2) sean sus únicas víctimas mortales. Sospechan que este hombre alto, flaco, solitario y de ojos azules filosos como dagas, podría tener la espalda sobrecargada con otros crímenes tan siniestros como los que contaremos hoy.

Esto es lo que ocurrió en Dundee, Gran Bretaña, apenas comenzado el año 2021 con la pandemia por coronavirus todavía vigente.

De Filipinas a Gran Bretaña

Bennylyn vivía en su país, Filipinas, Asia, cuando en el 2015 conoció en un sitio de citas al británico Lexington Burke. Él tenía cuarenta años más que ella, pero para la cultura filipina esto no era un escollo. Por el contrario, los hombres mayores ya armados económica y laboralmente suelen verse como personas que pueden otorgar una buena vida a sus parejas y son fácilmente aceptados por las familias. Eso ocurrió con Bennylyn: ella quedó embarazada y terminaron casándose en Filipinas en 2018. Poco después de tener a su hija Jellica, la pareja decidió mudarse a la ciudad de Bristol, en Gran Bretaña. Bennylyn estaba encantada con el proyecto: soñaba con brindarle a su bebé el mejor futuro y la mejor educación posibles.

Pero en territorio inglés las cosas no marcharon bien y la relación empezó a deteriorarse con rapidez. Bennylyn habría sufrido violencia por parte de su esposo y, al poco tiempo, acabaron divorciándose. Quedaron con la custodia compartida de la menor y Bennylyn comenzó a luchar por mantenerse por sus propios medios en ese país lejano.

Hasta aquí, una historia como tantas de sueños quebrados.

Por su lado, Andrew Innes, nacido en el año 1970, era un hombre solitario y educado en la Universidad de Aberdeen. Su gran capacidad lo llevó rápidamente a trabajar en el negocio de los juegos por computadora. Pasó por varias empresas y se convirtió en un reconocido ingeniero en software que trabajaba creando aplicaciones. Económicamente le iba bien.

Innes vivió luego, por algunos años, en Japón. Allí estuvo casado con una japonesa con quien habría tenido al menos una hija (aunque según algunos medios fueron tres los hijos que tuvo con su pareja), pero en 2019 fue deportado y enviado de regreso a Gran Bretaña. Es curioso, pero no trascendió el motivo. En las redes se comentó que su retorno forzoso habría tenido que ver con temas laborales, aunque los hechos posteriores darían para pensar en una razón más compleja.

Lo cierto es que volvió y recuperó su casa de soltero -ubicada en la avenida Troon, en la ciudad escocesa de Dundee- que había dejado alquilada mientras vivía en el exterior. Como la vivienda le quedaba grande, pensó que sería una buena idea alquilar a alguien uno de los dormitorios. Su inquilino resultó ser un hombre de 43 años llamado Christopher Smith.

Smith notó enseguida que el dueño de la propiedad era un sujeto estrafalario y extremadamente obsesivo con la limpieza y el orden. Todo debía estar siempre en su exacto lugar y en la cocina los frascos debían tener, invariablemente, las etiquetas mirando al frente. También observó que Innes pasaba el día entero sentado frente a su computadora y que ganaba mucho dinero con lo que hacía. Intuía que la convivencia no sería fácil, pero decidió quedarse porque pensó que podría sobrellevar las rarezas de Innes. Y así fue hasta marzo del 2020, cuando se declaró la cuarentena por covid-19. Fue el mismo Innes quien le pidió a Smith que se marchara. Le dijo que era una persona de riesgo ya que padecía la enfermedad de Crohn (una afección intestinal inflamatoria que no tiene cura) y que estaba muy asustado por los gérmenes.

¿Era eso realmente lo que ocurría o Innes tenía en mente otros planes y quería tener la casa libre para concretarlos? Conociendo lo ocurrido, la segunda opción es más que probable.

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