Por poco más de un punto porcentual, el líder de la izquierda y fundador del Foro de Sao Paulo le ganó la pulseada a Bolsonaro, quien deja a Brasil con los índices económicos y de seguridad más exitosos de su historia.
Por la mínima diferencia, el candidato de la extrema izquierda Lula da Silva se impuso en la segunda vuelta contra el presidente Jair Bolsonaro. Con casi el 99% de los votos escrutados, el ex presidente convicto obtuvo el 50,8% de los votos contra el 49,2% del líder de la derecha.
A pesar de defender las sanguinarias dictaduras en Cuba, Venezuela y Nicaragua, después de confirmarse la victoria, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) utilizó sus redes sociales para publicar la palabra “Democracia”, junto a una foto en la que se ve su mano y la bandera de Brasil.
Lula asumirá la presidencia el próximo 1ro de enero, para el mandato 2023-2027, después de haber cumplido dos mandatos anteriores (2003-2007 y 2007-2011). Prácticamente sin hacer una campaña sin agenda, sus únicas propuestas han sido deshacer todas las reformas que hizo Bolsonaro en estos 4 años, especialmente las más exitosas, relacionadas con la economía y la inseguridad.
Entre otras cosas, propuso eliminar la Ley de Autonomía del Banco Central, “para poner al Banco Central al servicio de la gente”, en otras palabras, emitir muchísimo dinero y repartilo, lo que traerá nuevamente la inflación a Brasil, un país que eliminó completamente esta problemática monetaria en los últimos meses del gobierno de Bolsonaro.
Además prometió anular las reformas impositivas y previsionales que promulgó el actual presidente, que bajaron impuestos e impulsaron el sistema jubilatorio privado. Este año Brasil lo cerrará como el país que más creció del mundo, con una actividad económica histórica y el desempleo más bajo de la última década.
En inseguridad, Lula propuso un desarme civil, derogando múltiples decretos de Bolsonaro en los que flexibilizó la compra, venta y tenencia de armas en manos de la ciudadanía. Además, propuso reformar la policía, quitando muchos de los poderes que le otorgó Bolsonaro en estos últimos 4 años que le permitió bajar un 36% la delincuencia.
A pesar de todas estas propuestas, el presidente-electo enfrentará fuertes obstáculos para impulsarlas. Asumirá con un Congreso en contra, incluso con una Cámara de Diputados con menos de 1/3 de los apoyos.
También tendrá resistencia en su propio Gabinete, que estará controlado por Gerardo Alckmin, su vicepresidente. Alckmin históricamente había sido el rival de Lula hasta la aparición de Bolsonaro, que llevó a la alianza de los dos políticos.
Alckmin le consolidó a Lula el apoyo incondicional del Departamento de Estado de los Estados Unidos y de la Cancillería de la Unión Europea, quienes en el pasado habían apoyado al anti-petismo.
Pero esta alianza no fue simétrica, y Alckmin pidió el control de los ministerios más importantes, como Economía, Defensa, Justicia, Energía, Infraestructura y Relaciones Exteriores. Todo indica que el gobierno de Lula tendrá muchas similitudes al de Boric en Chile, Castillo en Perú o Petro en Colombia, presidentes de izquierda que no han podido pasar ni una sola reforma por ahora.
Los nuevos movimientos de izquierda en Latinoamérica están más centrados en oponerse a la nueva derecha que en impulsar programas de gobierno propios, lo cual lleva a presidentes amorfos cuyos niveles de aprobación caen rápidamente entre sus propios votantes.
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