Salud

Dónde guardar la mascarilla y dónde no

Y la pregunta es: ¿dónde es mejor guardar la mascarilla? Y es que, desde que empezó la pandemia muchos han agudizado el ingenio y sacado al mercado todo tipo de artilugios donde meter las mascarillas usadas. Sin embargo, no todo lo que se ve ni lo que se vende es recomendable. Por eso, ahora que su uso va a ser intermitente conviene saber cómo manipularla y guardarla correctamente. La higiene es clave.

En una bolsa o sobre de papel, o bien en una funda o bolsita de tela (algodón) es la solución más adecuada para guardar la mascarilla. ¿Por qué? Porque son materiales transpirables que evitan que se concentre la humedad de la mascarilla y permanezca mojada o crezcan bacterias.

¿Las cajitas de plástico no valen? El plástico sin perforar no transpira, retiene la humedad, así que no valdrían para este fin. Aunque venden unas cajitas de plástico perforadas, con agujeritos, que sí servirían.

Al guardar tu mascarilla recuerda que la higiene es clave, y debes evitar en lo posible tocar la parte frontal y la interna, quitándola y sosteniéndola por las cintas, así como dejarla en contacto con cualquier superficie que pueda estar contaminada. Al guardarla, es preferible que la parte en contacto con nuestra cara esté doblada hacia adentro, para que esté lo más protegida posible. En cualquier caso, recuerda lavarte las manos antes y después de hacerlo.

Dónde no debes guardar tu mascarilla al quitártela
Después de tantos meses conviviendo con las mascarillas habrás visto (y hecho) de todo a la hora de acomodarla mientras no se está usando para tenerla a mano, especialmente cuando vamos a sentarnos a una terraza para tomar algo. Pero lo cierto es que la mayoría hemos adquirido ciertos vicios al respecto que es preferible evitar. Así, estos son algunos de los sitios donde no deberías guardar o apoyar tu mascarilla:

Colgada en el cuello: ya sea simplemente bajándotela o colgada con una cadenita similar a las usadas para las gafas o el móvil.
Enroscada en el codo o brazo: al igual que en el caso anterior podemos acabar rozándola con cualquier superficie.

En un bolsillo de la ropa: aparte de requerir doblarla de más y arrugarla, puede estar en contacto con monedas, llaves o el mismo forro del pantalón.
En un bolso o bolsillo de una mochila: el efecto puede ser el mismo que en la ropa, hoy día llevamos de todo y al sacarla, además, puede engancharse y acabamos cogiéndola por la tela en lugar de por las gomas.

Apoyada sobre la mesa de la terraza o la cartera: una de las zonas donde más la dejas expuesta a patógenos.

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