CompartirFilomena (ninguno de estos nombres son reales por petición de los entrevistados) se ajustaba los pliegues de su vestido de flores, ese que guarda para ocasiones especiales, mientras Olga le insistía en que apuraran el paso. A su lado, Edgar, apoyado en un bastón de madera lustrada que usaba más por elegancia que por necesidad, consultaba su reloj con impaciencia. Los tres avanzaban por los pasillos del C.C. Líder, en el este de Caracas, esquivando a adolescentes distraídos por las vitrinas coloridas. No iban al banco a cobrar la pensión, tampoco a una consulta médica rutinaria ni a buscar medicinas con descuento. Iban a bailar. Asistentes llaman «la revolución vital de los abuelos venezolanos» al Club Tobías «Antes, todo esto era distinto», comentaba Edgar. Su voz temblaba. Recordaba con nostalgia seca las tardes de casino, el sonido metálico de las fichas y el wiskisito on the rocks servido en vaso corto. Aquellos espacios de esparcimiento, donde la generación que construyó la Venezuela moderna solía congregarse, se desvanecieron o volvieron inaccesibles. Ahora, la alternativa es una terraza. Al llegar a la feria del centro comercial, la brisa de la tarde traía el olor a café y la imponencia del Ávila, verde y severo, servía de telón de fondo. Edgar se acercó a la barra dispuesta para la ocasión y, con dignidad, pagó su consumo utilizando el dinero del Bono Patria. Es un gesto pequeño, pero cargado de significado: siguen siendo consumidores, siguen moviendo la economía. Siguen estando vivos. La escena, que podría parecer una verbena casual es, en realidad, la manifestación, en primera persona, de una resistencia vital. Es el Club Tobías, una iniciativa que entendió lo que el Estado y la sociedad a menudo olvidan: los adultos mayores no son muebles que se guardan en un rincón; son personas con sed de vida. Derecho a existir y no estorbar Venezuela envejece a un ritmo acelerado y, a menudo, solitario. Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) y proyecciones demográficas recientes, la pirámide poblacional se ha invertido. La migración masiva de más de 7,7 millones de venezolanos, mayoritariamente jóvenes, dejó atrás a una población de adultos mayores que, en muchos casos, quedaron al cuidado de casas vacías y nietos. Se estima que cerca del 15% de la población supera los 60 años, un porcentaje que aumenta cualitativamente al notar la ausencia de la generación de relevo inmediata. Sandra Pedraza, fundadora del Club Tobías | Foto Karem González En este contexto de «nidos vacíos» forzados, surge la figura de Sandra Pedraza. A sus espaldas carga 50 años de ejercicio profesional como consultora gerencial y contadora pública. No es una mujer que se deje vencer por la inercia. Hace cuatro años, la viudez tocó a su puerta. La soledad, esa enemiga que precede a la depresión y al deterioro cognitivo, amenazó con instalarse en su rutina. «Por responsabilidad social conmigo misma, para cuidarme, salí sola a tomarme un café», relata con la firmeza de quien lleva años dirigiendo firmas de auditoría. La primera semana fue un acto de disciplina. La segunda, coincidencia. Un excolega se unió. La tercera, invitó a una amiga viuda: «En vez de irte al psiquiatra, acompáñame al café», le dijo. Aquellas reuniones informales en el C.C. Paseo Las Mercedes fueron una especia de germen. La música en vivo del maestro Ignacio Navarro, graduado en Berklee y condecorado internacionalmente, sirvió de catalizador. De esa sinergia entre una consultora que se negaba al retiro pasivo y un músico que entendía el poder del arte, nació una estructura organizada. Hoy, el Club Tobías no es un grupo de amigos tomando té. Y jamás lo sería. Es una organización con más de 85.000 seguidores digitales, presencia en 16 locaciones y una base de datos de 2.500 inscritos activos. Este espacio tiene 4 años siendo considerado el renacer económico y social de la vejez en Caracas | Foto Karem González Club Tobías, neuroplasticidad y pasodoble La idea del club trasciende el entretenimiento. José Rafael Quintana, licenciado en Computación y cofundador del proyecto, aporta una visión científica al jolgorio. «El que no se mueve, se tulle», sentencia, utilizando una frase del argot popular que encierra una verdad médica que muchas veces pasa inadvertida. El baile, en este ecosistema, es pura terapia neurocognitiva. «Cuando la gente baila y canta, necesariamente tiene que coordinar. Si no coordinas, te caes», explica Quintana. Este esfuerzo de coordinación obliga al hemisferio izquierdo del cerebro a comunicarse con el derecho, fomentando la neuroplasticidad. No es solo mover los pies. Es reconectar neuronas, encender interruptores apagados por la apatía y el aislamiento. Es intentar cerrarle la puerta al alzhéimer y la demencia senil no con fármacos, sino con salsa, merengue y boleros. José Rafael Quinta, cofundador del proyecto La atmósfera en las reuniones del Club Tobías desafía los estereotipos. Hay sillas de ruedas y andaderas, sí, pero estas se quedan aparcadas al borde de la pista cuando suena la música. Hay mujeres con flores en el cabello y hombres con corbatas impecables. Se respira una dignidad recuperada. «Llegan jorobados y salen con nueva postura; gente con ojos tristes que termina sonriendo», describe Quintana. Lo llaman el Milagro Tobías, la transformación física y emocional a través del encuentro social. Fotos Karem González Con estos encuentros los adultos mayores reivindican su derecho a la alegría Economía plateada y alianzas estratégicas El modelo de gestión del Club Tobías es un caso de estudio de gerencia social eficiente. Sandra Pedraza, aplicando su experiencia corporativa, entendió que la sostenibilidad no podía depender de la caridad, sino del valor compartido. De esta forma, establecieron alianzas con centros comerciales que van desde el Paseo El Hatillo hasta espacios en La Candelaria o El Marqués. Así, el centro comercial gana tráfico en horarios y días valle, activa el consumo en sus ferias y cumple con su responsabilidad social empresarial. A cambio, los adultos mayores obtienen un espacio seguro y accesible. «Es una herramienta de marketing para el centro comercial y una herramienta de salud para nosotros», aclara Pedraza. Lo mejor es que esta estrategia rompe con la barrera de clases. El club demostró que la soledad no discrimina por código postal. Ya sea en el este o en el oeste de la capital, la necesidad de conversar, de ser escuchado y de pertenecer es transversal. «La conexión y la conversación tumban cualquier obstáculo u oposición», asegura Quintana. Los adultos mayores en Venezuela encontraron en el Club Tobías una trinchera contra la soledad y el deterioro cognitivo | Foto Karem González La reinvención de la utilidad El nombre del club proviene del personaje bíblico Tobías, quien soñaba con una vida bella pero despertaba ante una realidad que lo retaba. La metáfora es precisa para la Venezuela actual. Estos abuelos, muchos de los cuales vieron emigrar a sus hijos, decidieron no esperar a que la muerte los encuentre sentados frente a un televisor. Están aprendiendo sobre nutrición, ejercicio y tecnología. A través de la música y las redes sociales, reconectan con la diáspora. Hijos desde Madrid, Santiago o Miami ven los videos en Instagram y llaman a sus padres en Caracas para decirles: «Vayan a bailar, a gozar. A vivir». Sandra Pedraza, quien podría estar retirada disfrutando del silencio, prefiere la música, escuchar conversaciones. Para ella, el club se define en una frase: «Reiniciar la vida». Para los encuestados, la palabra clave es «alegría». Pero, quizás, la definición más política y potente es la de la utilidad. En una sociedad que idolatra la juventud y la productividad inmediata, estos adultos mayores demuestran que su experiencia, capacidad de consumo y, sobre todo, voluntad de ser felices, son activos que el país no puede permitirse desperdiciar. Filomena, Olga y Edgar ya no están en la feria del centro comercial. Ahora están en la pista. No son pasado. Son un presente vibrante que se niega a ser archivado. Que se niega al olvido. Miles de abuelos esperan la notificación en sus teléfonos para saber dónde será la próxima fiesta | Foto Karem González Agenda viva: más información sobre Club Tobías La soledad no distingue días de la semana, y por ello, la respuesta del Club Tobías ha tenido que expandirse. Lo que comenzó como una actividad de martes, miércoles y jueves, conquistó también el fin de semana. «Club Tobías es todos los días», afirma Quintana con orgullo. La demanda de alegría es tal que este domingo 7 de diciembre celebraron en simultáneo la consolidación de sus 16 sedes activas. La logística detrás de estos encuentros es un ejercicio de precisión digital adaptado a la tercera edad. No hay burocracia para ser miembro: el único requisito es asistir. Tras esa primera visita, el participante entra en el sistema circulatorio de la organización dispuesto en los grupos informativos de WhatsApp. Es a través de estos canales digitales y las redes sociales donde se publica el cronograma semanal. Esta temporalidad responde a la dinámica de las alianzas; cada fecha depende de la confirmación del centro comercial anfitrión. Los adultos mayores esperan la notificación en sus teléfonos para saber dónde será la próxima fiesta, convirtiendo la tecnología en un puente para el abrazo físico. Ya sea carnaval o Semana Santa, la pregunta en los chats es constante: «¿Dónde vamos a estar?». Para más información, ingresar a través de sus redes sociales: @clubtobias A petición de nuestra audiencia todos los anuncios publicitarios fueron removidos Navegación de entradas La fascinante historia del ajo (y cuáles son sus propiedades medicinales) México prohíbe totalmente el vapeo y castiga su venta con hasta ocho años de cárcel