CompartirEl arte de navegar un estrecho en la oscuridad Ningún régimen resiste cuando deja que el enemigo escoja el ritmo de la batalla. En el mar hay noches tan cerradas que el horizonte desaparece. No es que no exista; es que la falta de luces convierte la línea entre agua y cielo en una única extensión negra. Navegar ese tipo de oscuridad exige intuición, disciplina y un instinto casi animal para anticipar la corriente siguiente. Las próximas horas entre Washington y Caracas se parecen mucho a eso: un estrecho lleno de arrecifes invisibles, donde un golpe de timón puede convertir una crisis en una guerra. El presidente de Estados Unidos se reunió con su Consejo de Seguridad Nacional y de Gabinete para decidir el rumbo final de su estrategia frente al narcorrégimen venezolano. No fue una reunión más. No fue una conversación rutinaria de seguridad nacional. Fue el momento en que el comandante en jefe decidió realizar ataques en tierra contra redes de narcotráfico, enfatizando que conocen las rutas, las bases y “dónde viven” los blancos que considera responsables de la crisis de sobredosis en Estados Unidos. La primera ola ya rompió La fase en tierra no comenzó el lunes. Empezó el sábado, cuando el presidente anunció que el espacio aéreo sobre y alrededor de Venezuela debía considerarse “cerrado en su totalidad”. Esa frase, en el lenguaje de la marinería geopolítica, es equivalente a encender los reflectores de un destructor en plena noche: un aviso al adversario de que ya no navega solo. La respuesta inmediata de Caracas fue casi instintiva, pero contenida. La dictadura reforzó sistemas antiaéreos, ajustó radares y elevó la vigilancia en ciertos puntos estratégicos. Sin embargo, evitó un movimiento que equivaldría a encender todos sus reflectores de golpe: no ordenó un despliegue total de su fuerza aérea. Esa ausencia habla más que cualquier discurso. En lugar de escalar militarmente, el régimen optó por notas diplomáticas, comunicados en organismos regionales y la habitual retórica de victimización. Es defensivo sin ser abiertamente provocador; es un animal que enseña los dientes, pero desde la sombra de la maleza. El tablero después del primer disparo de luz Para entender lo que viene, hay que imaginar la crisis como un tablero de movimientos escalonados, donde cada pieza se mueve sabiendo qué camino ha tomado la otra. Estados Unidos ya avanzó su pieza principal: el cierre aéreo. Venezuela hizo lo mínimo indispensable: asegurar su perímetro inmediato sin desafiar directamente la maquinaria militar estadounidense. Eso deja al comandante estadounidense en una posición de ventaja estratégica y de tiempo. Es él quien tiene el turno completo, y es él quien decidirá si convierte el sábado en prólogo o en capítulo central. En situaciones así, los líderes enfrentan una lógica que combina cálculo frío con psicología. Quien está ganando suele actuar con precisión de cirujano: evita riesgos innecesarios, protege sus ganancias y solo presiona cuando el retorno es claro. Quien está perdiendo, en cambio, tiende a aferrarse al borde de la mesa aun cuando hacerlo le rompa los dedos. En Venezuela, ese borde ya se está astillando. Las cuatro rutas que considera Washington 1. Presión reforzada sin ataque La primera opción es seguir la presión, amplificar sanciones, aumentar vuelos de vigilancia y reforzar la presencia naval. Es segura y políticamente manejable, pero corre un riesgo: si la amenaza del sábado se queda solo en palabras, el eco puede diluir su fuerza. 2. Golpe quirúrgico limitado La segunda —anunciada este martes— es un ataque preciso contra infraestructura vinculada al tráfico ilícito: pistas clandestinas, centros logísticos, radares de apoyo. Es un golpe que no busca invadir ni destruir al régimen, sino recordarle que Washington puede tocar cualquier nervio del sistema cuando lo desee. 3. Ultimátum claro La tercera ruta es un mensaje explícito: una condición, un plazo y una amenaza implícita de consecuencias. Es menos costosa que un ataque, pero solo funciona si la contraparte cree realmente que el plazo tendrá consecuencias. 4. Señal combinada: cinética + política La última opción —y quizá la más sofisticada— combina un golpe limitado con un ultimátum posterior. Es el equivalente militar a lanzar una bengala que ilumina el estrecho: muestra que se está dispuesto a actuar, pero también ofrece una salida antes del choque final. Cómo responderá el Cártel de los Soles Las próximas horas serán un test decisivo de instinto político para el narcorrégimen venezolano. Su reacción se moverá entre tres categorías: 1. Resistencia ruidosa pero prudente Es lo más probable. El régimen gritará, denunciará, movilizará a sus cuadros, pero evitará tocar directamente activos de Estados Unidos. Saben que atravesar esa línea sería encender el fusible de una respuesta devastadora. 2. Escalada táctica sin cruzar el límite Podría mover baterías, ordenar sobrevuelos internos, activar milicias, hostigar fronteras. Pero nada que equivalga a disparar contra un avión, un buque o una base estadounidense. 3. El error fatal La posibilidad menos probable, pero también la más peligrosa: un comandante local sin control político que decide “mostrar fuerza” y termina provocando una respuesta inevitable. En crisis como esta, muchas guerras han comenzado por un disparo que nadie ordenó. El comandante en la noche Un almirante sabe que, en un estrecho oscuro, la mejor decisión no siempre es la más agresiva, sino la que mantiene el control del ritmo. En las próximas horas, Washington controla ese ritmo completamente. Caracas, en cambio, ya no fija las pautas; apenas reacciona a los destellos. Estados Unidos decidirá su próximo movimiento observando tres señales: Si el narcorrégimen evita provocaciones directas, Washington puede elegir una presión escalonada. Si el narcorrégimen hostiga o desafía abiertamente, la opción de un golpe limitado se vuelve casi obligada. Si aparecen fisuras internas en Caracas, la fórmula “golpe + ultimátum” podría abrir la puerta a un final político sin un conflicto mayor. En lo profundo, la pregunta real es otra: ¿Qué camino minimiza riesgos, preserva la credibilidad de Estados Unidos y acelera el final de un régimen criminal sin empujar al hemisferio a un conflicto prolongado? El horizonte hacia el que todos miran En geopolítica, como en navegación, no se trata solo del siguiente movimiento, sino de qué historia contará ese movimiento. Las próximas horas pueden convertirse en: un capítulo más de presión máxima, el inicio de una operación limitada, o la plataforma para un ultimátum que cambie la historia de Venezuela. Lo cierto es que la oscuridad no durará para siempre. El estrecho tiene una salida. Quien lleva el timón esta noche tiene ventaja, pero todavía falta decidir si esa ventaja será usada como faro o como ariete. Estados Unidos ya encendió la luz. El mundo aguarda para ver qué iluminará Trump al amanecer. A petición de nuestra audiencia todos los anuncios publicitarios fueron removidos Por Antonio de la Cruz Navegación de entradas Trump redibuja el conflicto con Venezuela: orden y caos, por Antonio de la Cruz