CompartirAdvertise here La realidad de muchos hogares venezolanos hoy en día se ve marcada por una profunda brecha entre las necesidades básicas y la capacidad de satisfacerlas, así como por una creciente distancia emocional entre padres e hijos. Esta combinación genera un ambiente que, lejos de ser un refugio seguro, se convierte en un espacio de desafíos constantes. Carencias materiales: un hogar en crisis Las carencias materiales son una constante en la vida de muchísimas familias venezolanas. La escasez de alimentos, medicinas, servicios básicos como agua y electricidad, y la precariedad de la vivienda son factores que impactan directamente el bienestar de los niños. Un hogar donde la incertidumbre por la comida o el acceso a la salud es diaria, difícilmente puede ofrecer la estabilidad y seguridad que un infante necesita para desarrollarse plenamente. Esta lucha por la subsistencia consume gran parte de la energía y el tiempo de los padres, dejando poco espacio para otras prioridades. En lapatilla.com conversamos con una docente, madre migrante con cuatro hijos, para ella es crucial reconocer que estas problemáticas no solo es el resultado de la falta de amor, sino de un contexto sumamente desafiante que exige un esfuerzo sobrehumano de las familias. Abordar estas carencias, tanto materiales como afectivas, es fundamental para el futuro de la niñez venezolana. Entorno social y familiar Para nadie es un secreto que el vínculo familiar está totalmente desfasado y decadente en nuestro país y sobre todo para los migrantes que les tocó irse a buscar mejor calidad de vida. Y ese vínculo familiar se pierde en todos los sentidos. No existe o no hay un manual para ser padres, a pesar de que hay muchos libros. Cada quien tiene que tener sus propios hijos para tener su propia experiencia y poder darse cuenta qué somos como padres. ¿De qué forma llevamos a nuestros hijos a esta sociedad tan dañada, tan perdida o tan desordenada? Porque eso es lo que es esta sociedad, una sociedad desordenada que de una forma u otra nosotros como padres contribuimos a que fuese así. “Gracias a Dios nosotros venimos de países hispanos en donde la educación familiar está un poco más rescatada que aquí, a pesar de los pesares”. “Siempre le hablé a mis hijos, y traté de ser lo más clara. Mi vínculo como docente hacia los estudiantes no fue como de docente, sino como de una maestra, como de una madre, tratando de inculcarles valores y de ver la vida de otra manera, porque sabes que, en la calle, creemos que somos mejores padre y no es así”. “El niño asiste a la escuela desde muy pequeño, tratamos, bueno, no digo tratamos porque yo soy lo más abierta posible con mis hijos, criamos a los hijos con tabú y a los hijos hoy día no hay que criarlos con tabú, no, a los hijos hay que hablarles claro desde que están en la barriga”. “Los niños entienden perfectamente el idioma universal del vínculo de la madre con el hijo, hasta cuando se está amamantando. Desde allí empieza uno a meterle la psicología o a inculcarle el amor por sí mismo, ósea que el amor propio es lo primordial que tú tienes por tu hijo”. Estamos viviendo en una sociedad en donde le han metido o nos han ido inculcando a nosotros como padres, se habla de leyes que lo que han hecho es dañar esa generación bonita con que nos criaron por ejemplo a muchos de nosotros nos criaron sin teléfonos, sin redes sociales, como las que tenemos ahora, no existían y esa es la gran diferencia porque disfrutamos de una niñez tan bonita y si hablamos de generaciones anteriores a las nuestras más bonita, en donde los valores eran lo primordial. La ausencia en la presencia: falta de atención parental Más allá de las limitaciones económicas, se observa una preocupante falta de atención y conexión por parte de los padres hacia sus hijos, incluso en los momentos que deberían ser de compartir. Las razones son complejas:Advertise here El estrés y la sobrecarga: La presión de buscar el sustento diario, enfrentar la inflación descontrolada y la inseguridad, genera altos niveles de estrés y agotamiento en los adultos. Este desgaste mental y emocional reduce su capacidad para estar presentes y receptivos. La migración y la distancia física: La diáspora venezolana ha dejado a muchos niños al cuidado de abuelos o familiares, o en hogares donde uno de los padres está ausente físicamente. Aunque se intente mantener el contacto a distancia, la interacción directa y la construcción de recuerdos compartidos se ven seriamente afectadas. La inmersión en pantallas: La omnipresencia de dispositivos electrónicos, tanto en padres como en hijos, se ha convertido en una barrera más para la interacción significativa. Momentos que podrían ser de diálogo y juego, se ven opacados por la atención dividida en pantallas. Desgaste emocional y depresión: La dura realidad del país puede llevar a los padres a estados de desánimo o depresión, afectando su capacidad de brindar apoyo emocional y atención a sus hijos. Consecuencias en el desarrollo infantil Las repercusiones de estas carencias y la falta de atención son significativas. Los niños pueden experimentar: Problemas emocionales: Ansiedad, tristeza, irritabilidad, e incluso depresión. Dificultades en el rendimiento escolar: La falta de un ambiente propicio para el estudio y el apoyo emocional impacta negativamente su desempeño académico. Retraso en el desarrollo social y de habilidades: La interacción limitada puede afectar su capacidad para relacionarse con otros y desarrollar habilidades clave para la vida. Baja autoestima: Sentirse ignorados o poco valorados puede minar su confianza en sí mismos. ¿Pero qué pasa hoy día con esta nueva sociedad? Es decadente ver cómo la humanidad ha cambiado y desde el 2019 para acá más aún. 2019 nos tocó vivir la pandemia del Covid-19, nos dio una lección a la humanidad entera de cómo tener mejor vínculo hacia nuestras parejas, nuestros hijos, nuestros padres, o simplemente disfrutar lo que tenemos como familia, porque toda nuestra vida social estaba fuera después de la puerta de nuestro hogar. «Todos los hijos no son iguales, todos son diferentes». Cada quien tiene una forma de pensar, cada quien como hijo tiene un propósito en esta vida. Cada hijo tiene una virtud y tienen defectos. Tienen habilidades como todos, al igual que nosotros. Sólo que nosotros como padres debemos ser astutos. ¿Y cuándo debemos ser astutos? Los valores vienen de casa y en muchos casos reprendemos, exigimos, pero no valoramos lo que ellos de una u otra forma a su manera hacen un gran aporte a la familia para que siempre permanezca unida. Ser astuto en un hogar con carencias significa ser un administrador eficiente, un innovador constante y un líder que inspire resiliencia y esperanza en su familia. Entonces, ¿qué necesitamos? ser ejemplo, valorar y enseñar con amor desde el principio. Eso sería la clave en los hogares y veremos niños, adolescentes y jóvenes más felices. Navegación de entradas Bloomberg: Venezuela planea aumento de combustible del 50% mientras se prepara para una caída de ingresos El comercio entre China y EEUU se desploma un 30 % en mayo ante la guerra comercial