El Sol asoma ligeramente sobre el horizonte y las imponentes montañas proyectan sombras oscuras.
Los cráteres brindan un refugio de oscuridad infinita, con algunas profundidades aisladas de la luz solar desde hace miles de millones de años.
En esas regiones las temperaturas caen en picado a mínimos de hasta -248 ºC porque la Luna carece de atmósfera para calentar la superficie.
Ningún ser humano ha puesto un pie en este mundo completamente inexplorado.
No es de extrañar que haya una carrera espacial para llegar a esa zona alejada de los sitios de alunizaje del Apolo, que se concentran en el ecuador del satélite.
En busca de agua
Esta semana, India planea aterrizar su sonda robótica Chandrayaan-3 cerca del polo sur, después de que el domingo el Luna-25 de Rusia se estrellara contra la superficie lunar.
India también planea para 2026 la misión conjunta de Exploración Polar Lunar (Lupex) con Japón para sondear las regiones del «lado oscuro de la Luna».
¿Por qué el polo sur está emergiendo como un atractivo destino científico? Los expertos dicen que el agua es una de las claves.
Los datos recopilados por el Lunar Reconnaissance Orbiter, una nave espacial de la NASA que ha estado orbitando la Luna durante 14 años, sugieren que hay hielo en algunos de los grandes cráteres aislados de la luz que potencialmente podría abastecer al ser humano en el futuro.
El agua solo existe en forma sólida o gaseosa debido al vacío en la Luna, que carece de suficiente gravedad como para mantener una atmósfera. La misión lunar Chandrayaan-1 de India fue la primera en encontrar evidencia de agua en el satélite en 2008.
«Aún no se ha demostrado que ese hielo sea accesible o explotable. En otras palabras, ¿hay reservas de agua que se puedan extraer económicamente?», plantea Clive Neal, profesor de geología planetaria en la Universidad de Notre Dame de EE.UU.
Para los científicos, la perspectiva de encontrar agua en la Luna es esperanzadora en muchos sentidos.
El agua congelada sin contaminar por la radiación del Sol podría haberse aglomerado durante millones de años en regiones polares frías, provocando la acumulación de hielo en la superficie o cerca de ella.
Esto aportaría una muestra única para que los científicos analicen y comprendan la historia del agua en nuestro sistema solar.
«Podemos abordar preguntas como cuándo vino el agua, de dónde y cuáles son sus implicaciones para la evolución de la vida en la Tierra», explica Simeon Barber, científico planetario de la Open University de Reino Unido, que también trabaja con la Agencia Espacial Europea.
Un millón por kilo
También hay otras razones más «pragmáticas» para acceder al agua en la superficie de la Luna o justo debajo de ella, afirma el profesor Barber.
Muchos países planean nuevas misiones tripuladas a la Luna y los astronautas necesitarán agua para su consumo y saneamiento.
El transporte de materiales de la Tierra a la Luna requiere superar la atracción gravitacional de la Tierra. Transportar un mayor peso requiere más combustible y cohetes más potentes para lograr un aterrizaje exitoso en la Luna. Las nuevas empresas espaciales comerciales cobran alrededor de US$1 millón por llevar un kilogramo de carga útil a la Luna.
«¡Eso es US$1 millón por litro de agua potable! Los empresarios espaciales ven, sin duda, el hielo lunar como una oportunidad de suministrar a los astronautas agua de origen local», asevera el profesor Barber.
Y eso no es todo. Las moléculas de agua se pueden descomponer en átomos de hidrógeno y oxígeno que se usen como propulsores de cohetes.
Pero antes los científicos necesitan saber cuánto hielo hay en la Luna, en qué formas y si se puede extraer de manera eficiente y purificarlo como agua potable.
Por otro lado, algunas zonas del polo sur reciben la luz del sol durante largos períodos de tiempo, hasta 200 días terrestres de iluminación constante.
«La energía solar es otro recurso potencial que tiene el polo» para establecer una base lunar y un equipo de energía, indica Noah Petro, científico del proyecto en la NASA.
La carrera
El polo sur lunar también se encuentra en el borde de un cráter de impacto masivo. Con un diámetro de 2.500 km y profundidades de hasta 8 km, este enorme orificio es uno de los más antiguos del sistema solar. «Al aterrizar en el polo, puedes empezar a comprender la magnitud de este gran cráter», dice Petro.