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En Venezuela la desinformación no es un accidente: es un arma. En medio de un ecosistema mediático debilitado, la gente recurre a la web y a las redes sociales para informarse, pero allí predomina una vorágine de rumores, cadenas sin sustento y titulares diseñados para generar alarma. La consecuencia es una ciudadanía atrapada en un ciclo de desinformación, de zozobra: nunca se sabe qué es real, qué es manipulado y qué es completamente inventado.

El problema alcanza la vida cotidiana dentro y fuera del país, las personas son presa de contenidos maliciosos cuya procedencia apunta a factores con intereses en el hastío y agotamiento que produce en las personas el tsunami de rumores diarios que, finalmente, son solo eso, rumores.

La falta de verificación se convierte en caldo de cultivo para el miedo, la desconfianza y la parálisis, aún más con la irrupción de la inteligencia artificial, cada día con contenidos más realistas y propensos a causar confusión en las masas. Combatir este fenómeno requiere algo más que censura o control: exige alfabetización mediática, medios que apuesten por la credibilidad algo perdida entre tantos perfiles informativos que tiene poco de aquello y ciudadanos dispuestos a pausar antes de compartir, frenar los dedos antes de viralizar.

En tiempos de incertidumbre la verdad se vuelve un bien escaso, y protegerla es un deber colectivo.

Fernando Pinilla / @fmpinilla

Por abc noticias

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