CompartirAdvertise here El reconocido ilustrador venezolano, cuyo verdadero nombre es Edgar Villanueva, forjó un estilo inspirado en los años 50 y 60. En México, donde vive, sus comentados talleres se han convertido en su sustento. Trabaja como asistente de arte en la nueva serie de El Chapulín Colorado y dice, sin dudar, que La pantera rosa es la mejor caricatura de todos los tiempos Son muchos los que creen que las caricaturas son cosa de niños. Un pasatiempo inocente de tardes escolares y cereales crujientes, sin leche. Pero tras esa fachada de color y líneas simples, tras el cliché, se gestó un futuro. Una profecía visual construida a través de la imaginación, la de Ed Vill. Para el cartoonist aquel universo no era un mero recuerdo. Es el lienzo donde su vida tomó una forma más audaz. Y es así como su historia, un verdadero manifiesto del «hazlo tú mismo», se escribió a contracorriente y se convirtió en una sonora bofetada a lo convencional. Nunca siguió las reglas. Las devoraba, analizaba y luego, siempre sonriendo, las pulverizaba. ¿Acaso un ilustrador nace con un manual bajo el brazo? Él, autodidacta, demostró que el talento es un músculo que se ejercita con pasión y curiosidad insaciable. No solo con estudio. Para Ed Vill, el talento es un músculo ejercitado con pasión y curiosidad insaciable Sus personajes, a veces desproporcionados, siempre vibrantes, eran hijos bastardos de la publicidad de los años 50 y 60, de los programas de televisión que hipnotizaban a una generación y de la irreverencia que corría – y corre– por sus venas. Su estilo, intencionalmente libre, irregular y rebosante de color, es un eco visual del mid-century (surgido entre las décadas de 1940 y 1960), pero con la estridencia y el brillo de una estrella de rock. Un guiño pomposo, brillante y exagerado que se niega a pasar inadvertido. Tras su visita a Venezuela invitado por el Caracas Design Week, y luego de 10 años residenciado en Ciudad de México, volvió porque quiere dejar un legado en el lugar que lo vio nacer. Un país que abandonó para convertirse, con la persistencia de un soñador y la disciplina de un artesano, en un caricaturista exitoso. Hoy, dice, uno de sus mayores logros es continuar reinventando el aprendizaje a través de talleres y masterclasses, donde desnuda su proceso creativo para que cualquiera pueda tomar un lápiz y atreverse a dibujar su futuro. Ed Vill trajo su conferencia Eureka al país | Foto Ezequiel Carías Llámenme Ed Vill Trajo consigo su aclamada conferencia Eureka. El espectáculo de hora y media atraviesa una montaña rusa de emociones y narra su trayectoria desde sus inicios hasta sus proyectos más recientes. Lo más importante para él nace con la historia de aquel adolescente que se presentaba como Édgar Villanueva y que había decidido acortar su nombre a Ed Vill, un alias que, dice, «tiene más punch». Se bautizó en la misma calle Coromoto de Sabana Grande, en Caracas, donde se erige el Instituto de Diseño Darias, su alma máter, y de donde nunca se graduó. Juan Carlos Darias había sido una figura clave en su formación, pero Edgar no entregó su trabajo final. Sin embargo, lejos de verlo como un fracaso, lo había vivido como parte de un proceso más amplio de exploración y aprendizaje. “Seguía siendo aún menor de edad, pero tenía un sueño muy claro», recuerda. Tanto que hasta reclamó el dominio web de aquel alias (www.edvill.com), evidenciando una visión precoz de su futuro. Era 1997 y el internet estaba apenas asomándose. Desde aquel entonces, la filosofía que ha regido su existencia es simple pero profunda: la diversión como motor de la creación. «Inventé una forma en la que no tuviera que trabajar. Solo doy mis talleres e ilustro», revela, subrayando una premisa de vida donde la pasión había borrado las fronteras del trabajo convencional. A pesar de no haberse graduado como diseñador —que atribuyó a tiempos complicados para él y para el país—, su trayectoria es un catálogo entero de disciplinas: desde formar y tocar en bandas de rock hasta escribir para el seminario URBE, la fotografía y la creación de videos mucho antes de la era YouTube. Se define como «multifacético», impulsado por el deseo de abrazarlo todo. Su incursión en las caricaturas, aunque muy cuestionado, no fue un capricho, sino una necesidad impostergable de reinventarse. Cuando dejó Caracas y con rumbo a México lo hizo sin un plan B. Tenía 35 años y ese país no solo le había ofrecido un nuevo hogar, sino también un espacio para vivir de su pasión. «Comencé a crear cosas, universos, escenas, composiciones y luego venderlas», explica con la sencillez de quien, al fin, había hallado su camino. El estilo de Ed Vill es intencionalmente libre, irregular y rebosante de color | Foto Ezequiel Carías Melodía visual de los años 50 y 60 Sus fuentes de inspiración son tan diversas como sus habilidades. Manifiesta una profunda admiración por figuras como Robin Williams, Walt Disney y Chespirito, genios creadores en varias disciplinas. Sin embargo, su inclinación por las caricaturas inspiradas en los años 50 y 60 surgió de una autoeducación forjada en las entrañas de Internet. Los intros de series de televisión de los años 60, como Hechizada, Mi Bella Genio, Los Monsters, Los Locos Adams, el mismo Batman, fueron su principal musa. La importancia de la música en la presentación de aquellos programas también permeó su obra, dotando a sus caricaturas de un ritmo implícito, con personajes que, a menudo, portaban elementos musicales o instrumentos. De la misma forma, su filosofía del «hazlo tú mismo» había sido la de aprender las reglas para luego romperlas, una constante experimentación que se refleja, incluso el día de hoy, en sus trazos. La tecnología, para él, es solo un humilde asistente, el último paso para llevar sus creaciones al mundo Se inclina siempre formas básicas: triángulos, cuadrados y rectángulos, el mismo principio de la fotografía donde la composición prevalece sobre la herramienta. A su vez, abraza la síntesis gráfica, la capacidad de explicar conceptos complejos con pocas líneas, una herencia clara del mid-century.Advertise here «Yo rayo mucho con el lápiz o con la herramienta que tenga», enfatiza, un revelandoo creativo que comienza mucho antes de la computadora, algo que considera «un extra», no la base de sus creaciones. Sobre la tecnología, y específicamente la Inteligencia Artificial (IA), en las caricaturas, habla con profundo análisis. Ed Vill reconoce la evolución de la IA, pero defiende fervientemente la importancia indistutible de la creatividad humana. «Nunca en la historia de la humanidad la creatividad fue tan importante como este momento», asevera, explicando que un prompt bien elaborado para la IA proviene de una idea humana estructurada y llena de matices. “El ojo humano está entrenado para distinguir una imagen generada por IA de una creada por la mano del artista. No le tengo miedo, porque estamos evolucionando, pero no nos reemplazará”. Los Beatles ilustrados con el estilo mid-century característico de Ed Vill Ed Vill y el ‘mal migrante’ que habita su ser Su experiencia como migrante en México, donde reside desde septiembre de 2015, es un capítulo revelador. Bromea diciendo que fue y es un «mal migrante» para algunas cosas, pero uno muy bueno para otras. Recuerda que llegó a ese país «como pez en el agua», sin extrañar Venezuela, pues, según su singular visión, «no extraño esto –señalando a su alrededor– , en lo absoluto. Porque yo soy esto. No extraño lo que yo soy porque lo sigo siendo». Siempre que puede evita la retórica de la diáspora y la nostalgia. No se suma a los lamentos. Para él, la migración es un proceso natural, una etapa más de su historia personal que no necesita justificación ni arrepentimiento. «Esos golpes de pecho de ‘ay, mi Venezuela’, no los tengo; nunca los he tenido. No cuenten conmigo, porque al final yo soy el Ávila.» Esta perspectiva, profundamente personal, le permitió construir una historia de amor propio, sin mendigar aceptación ni disculpas. La independencia siempre fue el eje de su camino y lo que, de alguna u otra forma, le había permitido colaborar con grandes estudios. Con emoción anunció su rol como asistente de arte en la nueva serie del Chapulín Colorado, Los Colorado. Recuerda cómo su en primer intento de conferencia en Venezuela, en 2014, la dedicó al Chapulín Colorado, inspirado por una frase de Chespirito: «El verdadero héroe no es quien no tiene miedo. El verdadero héroe es quien, a pesar de tener miedo, lo vence». Admite que siempre hace todo con miedo, y once años después de aquel encuentro, trabajando en la serie del icónico personaje, sintió que trazó un círculo. Lamenta la escasez de caricaturas en el cine actual, atribuyéndolo a la lógica del negocio: ganar dinero. Pero mantiene la esperanza de un resurgimiento de la animación tradicional. Las películas en 3D, alega, no son de su agrado; las considera «forzadas» por la cantidad de «muecas» y la velocidad, que impiden «disfrutar su belleza intrínseca». Por eso ama tanto las caricaturas, porque engloban emoción en su simpleza. Mostrarse y conectar No son Los Picapiedra o Los Supersónicos. Para Ed Vill, La Pantera Rosa es, sin duda, la mejor caricatura de todos los tiempos. Alaba su universalidad, naturaleza sin género, elegancia, y capacidad de ser comprendida por cualquier persona sin necesidad de palabras. Su dirección de arte y música son, dice, «unas joyas» y la convierten en una obra maestra que trasciende el tiempo y las culturas. Por eso hace tanta referencia a ella en sus masterclasses. Respecto a sus herramientas, revela que utiliza un lápiz número 2B, el estándar de escuela. «Dibujo y juego con él. Procuro usar uno solo. Eso me basta», afirma, contrastando con la tendencia de acumular materiales porque sí. Ha impartido alrededor de mil talleres. Usando las matemáticas, el impacto ha sido de unas 25 mil personas entre Venezuela y México, siempre basado en su principio revolucionario: enseñar lo que a él le hubiese gustado recibir. Critica el modelo educativo tradicional que persigue la perfección y penaliza el error. En sus clases, de hecho, el error es protagonista. Es una oportunidad para identificar, disfrutar y aprender, permitiendo a cada participante encontrar su propia voz artística sin el yugo de una calificación. En Eureka, la creatividad libera las cadenas del perfeccionismo. «No puedo calificar si un dibujo está bueno o malo, porque es la representación gráfica de una idea. Si tu idea es diferente a la mía, no quiere decir que está mal», argumenta. Su objetivo no es formar expertos, sino reconectar a los adultos con la concentración y seriedad que un niño pone en sus dibujos. Con ese «juego» que a menudo se pierde en la adultez. En cada taller, Ed Vill transforma la enseñanza en una experiencia viva, un portal a la creatividad | Foto Ezequiel Carías «Quiero que Venezuela me conozca» En 2024 pisó Venezuela marcado por circunstancias personales difíciles, el fallecimiento de su padre. Este año, sin embargo, su retorno tuvo un propósito distinto. «Necesito mostrarme para que me conozca mi país, eso es lo que quiero». Expresa un deseo profundo de que su trabajo, su universo creativo, sea reconocido en su propia tierra. La experiencia había sido gratificante, impulsándolo a regresar para ofrecer talleres infantiles en la Semana del Diseño de Caracas. En el Instituto Darias, frente a sus antiguos maestros, Ed Vill había sentido que cerraba un ciclo, declarando no solo que «vivo del diseño» sino que «vivo el diseño», una afirmación de la simbiosis total entre su vida y su pasión. Dejó un mensaje de inmensa trascendencia para el mundo, especialmente para los padres: la importancia de la libertad y el apoyo incondicional a los hijos. Recuerda las historias de jóvenes alumnos que no pudieron estudiar lo que deseaban por imposiciones familiares, razón por la que aboga por la confianza y el apoyo como pilares fundamentales para el desarrollo creativo. «Si esto es lo que quieres, dale, pero enfócate, porque, la pasión sin disciplina no es nada», aconseja, subrayando la necesidad de confiar en ellos para que persigan sus sueños. Navegación de entradas Netflix publica el primer adelanto de la última temporada de Stranger Things «Lilo y Stitch» supera la barrera de los mil millones de dólares en la taquilla