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Protestas en china: piden fin del comunismo, DDHH, democracia y libertad

Las protestas en China, desde que inició el comunismo con Mao Tse Tung en 1949 son cosas de casi todos los días, pero pasa que no trascienden porque el control sobre los medios de comunicación —y ahora de las redes sociales— es el más duro del mundo.

Se acentuaron luego en la matanza que fue la llamada “Revolución Cultural”, ocurrida entre 1966 y 1976, y que arrojó no menos de 15 millones de muertos, entre opositores, campesinos no alineados, adinerados, derechistas, conservadores.

Y más ahora, cuando el gobierno se ha hecho de la tecnología más avanzada del planeta en reconocimiento facial, con 170 millones de cámaras colocadas en sitios estratégicos en las calles, en paradas del bus, en tiendas, en plazas, en donde quiera que la gente se aglomere.

Este tipo de control mediante la identificación de los rostros es un sistema que funciona a rajatabla, aún cuando los ciudadanos traigan puesto un cubrebocas, por lo que permanecen vigilados vayan a donde vayan y hagan lo que hagan. No es usado tanto para combatir la inseguridad, el crimen, como sería de esperarse, sino como una dura medida de control social absoluto.

Un sistema que es sumamente invasivo, y que es capaz de arrojar en las pantallas de los que monitorean la información para el gobierno, los datos completos de la persona en cuestión: su nombre y dirección exacta, su ubicación, su oficio o actividad, sus datos biométricos, y hasta su temperatura, como ha sido el caso durante la pandemia de Covid, entre 2019 y 2022.

El famoso virus ha sido el pretexto perfecto para tener a la gente encerrada, ubicada, invadida hasta en la intimidad de su salud, de sus datos privados.

La dictadura del Partido Comunista de China, que en 2021 celebró 100 años de fundado, y que ha mantenido contacto con el Foro de Sao Paulo desde los inicios de este en 1991, ha evolucionado hasta convertirse en una de las peores de la historia, dando la espalda totalmente a los derechos humanos, a la libertad, y a la democracia de los chinos.

No es nada extraño que ahora que se decretó una nueva encerrona bajo la política de “Covid Cero”, los ciudadanos se hayan rebelado contra el autoritarismo de quienes, fieles al comunismo, no los asumen como personas con derechos, sino como una parte de la “masa”, una hormiga más del colectivo por el que hay que sacrificar toda la individualidad en aras del Estado.

Las protestas conocidas como “de la hoja blanca”, son tan interesantes como simbólicas: el Partido Comunista de China es capaz de reprimir airadamente aún a quienes no han escrito protesta alguna en tal papel en blanco: tener la hoja en la mano ya es suficientemente malo, reprobable, conservador, rebelde, como para ordenar detenciones. Una verdadera burla, un monumento a la tiranía.

Las hojas en blanco muestran cómo la tiranía comunista es capaz de detener manifestantes aún cuando no están haciendo absolutamente nada prohibido en las leyes. El PCCh en el gobierno es tan absolutamente represivo e intolerante, como violador de los derechos humanos, que no puede aceptar ni carteles en los que no está escrito nada.

Estas expresiones datan de algunas manifestaciones de Hong Kong en 2020, que pusieron en evidencia que el régimen de Xi Jinping no se toca el corazón para llevar a la cárcel a la gente por haber escrito algo inexistente. Dale todo el poder a un partido y sus dirigentes se perpetuarán (como intenta ahora Xi Jinping); dale todo el poder a los dirigentes y acabarán con la libertad. Justo como está sucediendo ahora y se va agravando cada día más.

La rebeldía se ha venido extendiendo por diversas universidades, donde sobre todo los jóvenes reclaman democracia y libertad, y ya no están dispuestos a más décadas de control comunista, por lo que exigen un cambio de régimen.

La gente en general, sobre todo los nacidos en los setentas o antes, tienen miedo, y este miedo es normal, si tomamos en cuenta que presenciaron la matanza de Tiananmén, aquel rojo 4 de junio de 1989, cuando el régimen aplastó textualmente a manifestantes pacíficos en la plaza con este nombre, matando a cerca de mil de ellos, que sólo alzaban la voz por un cambio hacia la democracia y contra la corrupción.

El comunismo es autoritarismo y abusos, y hoy en día han sido suspendidas por el régimen incluso las conmemoraciones, las misas católicas que se llevaban a cabo con velas en tal plaza, recordando lo sucedido. Quiere el PCCh borrar todo rastro de este sangriento aplastamiento, fieles a su revolución cultural china, que reinterpreta la historia a conveniencia, donde el comunismo, faltaba más, queda siempre como el héroe de la película.

Al mismo tiempo, en China van surgiendo miles de nuevas iglesias católicas y cristianas a lo largo y ancho de todo el país, aunque no sin la interferencia del omnipresente gobierno represor, que busca autorizar todas las decisiones al interior de tales comunidades religiosas, a las que observa como semilleros de disidencia, y que en buena parte pudieran serlo, ya que el régimen es comunista, y por tanto ateo y antireligioso, y estas expresiones nuevas lo contradicen.

En China ya existen 67 millones de cristianos, que representan el 5% de la población total, pero gracias a los mismos, China se cuenta como uno de los 10 países con más población cristiana del mundo, según Pew Research.

No es una cantidad nada despreciable de gente, que ahora profesa valores occidentales, judeo-cristianos, lo cual es una base para alejarse y hasta combatir al comunismo más atroz que se vive en China. Existen cálculos de que para 2030 justo será China el país con más cristianos en todo el planeta.

Los disidentes más conocidos, como el artista Ai Weiwei, han tenido que huir del país. Ai estuvo detenido varias veces, encerrado en un campo de “reeducación” y luego en 2015 se exilió en Alemania.

En 2020 el régimen chino demolió su estudio en una avanzada de venganza política contra su activismo. Su obra “SACRED” recrea la extrema vigilancia de oficiales comunistas sobre su persona mientras estuvo recluido, y en donde no lo dejaban solo ni para ir al sanitario.

AI Weiwei no es cualquier artista plástico, ya que en 2008 fue el creador del famoso estadio conocido como “Nido de pájaro”, en donde celebraron los Juegos Olímpicos de Pekín en tal año. También documentó los niños muertos en escuelas ante un terremoto en Sichuan que para no variar el gobierno quiso ocultar. Se trató de más de 5000 infantes cuyos nombres el comunismo quiso fueran ignorados.

Todo este contexto de disidencia, sumado a la represión contra la minoría de uigures (entre otras), a las políticas de un solo hijo (hasta 2015), que derivó en el envejecimiento de la población y en un desequilibro demográfico donde hay más hombres que mujeres (hasta 120 niños por cada 100 niñas), y la obligatoriedad de millones de abortos, está pavimentando un cambio drástico para un próximo fin al comunismo en China. Dios quiera que se dé pronto.

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