La aparición de Kim Kardashian en la última edición de la Met Gala de Nueva York fue de lo más comentado en una noche en la que todo se mira con lupa. Razones no faltaban. La siempre excéntrica multimillonaria lució un ceñido y brillante vestido que no dejó indiferente a nadie. En esta ocasión no recurrió a Balenciaga, su marca fetiche, ni a cualquier firma de alta costura estadounidense para seguir la temática de la gala, la edad de oro neoyorkina. «¿Qué es lo más estadounidense que se me ocurre? Pues Marilyn Monroe«, dijo en una entrevista. Y, ¿hay algo que Kim Kardashian no pueda tener?
Dicho y hecho, la celebridad se enfundó el vestido original que Marilyn Monroe utilizó en la fiesta por el 45º cumpleaños de John F. Kennedy. Basado en un boceto de Bob Mackie para el diseñador de vestuario de Hollywood de origen francés Jean-Louis, la actriz sorprendió Kennedy y al mundo entero con aquel ajustadísimo diseño de gasa beige con 2.500 cristales de Swarovski cosidos a mano con el que cantó «happy birthday to you» al presidente.
Kardashian se tiñó el pelo de rubio platino y, con un abrigo de piel blanco que tapaba parte trasera, posó en la alfombra roja del Museo Metropolitano del brazo de su nuevo novio, el humorista Pete Davidson. Poco después de deslumbrar al mundo de la moda y a sus fans, se supo que Kim tuvo que perder siete kilos en tres semanas para poder entrar en el vestido. Aquí comenzaron las críticas por su decisión de perder peso en tiempo récord para una sola noche.
El vestido más caro vendido en subasta, valorado en casi 5 millones de dólares, está custodiado a una temperatura óptima de 20 grados y un 40-50% de humedad en el museo Ripley’s Believe It Or Not. Ripley’s accedió prestarle la pieza original a Kardashian después de adelgazar y tras acordar que tan sólo se lo pondría durante unos minutos.
La empresaria salió de su hotel en bata y se enfundó el vestido en un pequeño probador situado junto a la escalinata de la Met Gala. Allí, un conservador del museo le ayudó a ponérselo con guantes blancos. «Soy muy respetuosa con el vestido y con lo que significa para la historia de Estados Unidos. Nunca querría correr el riesgo de que se dañe», confesó. «Todo tuvo que ser cronometrado al milímetro y tuve que practicar cómo subir las escaleras», dijo sobre el ajustado vestido, que se replicó para utilizarlo el resto de la noche dada su fragilidad y valor histórico.
Pero entonces el museo publicó las imágenes de su prueba de vestuario antes de ponerse a dieta. El vestido no terminaba de cerrar pese al esfuerzo de los asistentes y la parte trasera dejaba al aire sus posaderas. Ahora se sospecha que Kim utilizó el abrigo blanco de piel para tapar el destrozo que sufrió la parte de la cremallera que llega hasta la cintura.
If you’re wondering how Marilyn Monroe’s dress got damaged. Rubbing and stretching it onto Kim Kardashian probably didn’t help.
This doesn’t look gentle. pic.twitter.com/zRq7fI4Kla— christina 🌺 (@murphystina) June 13, 2022
El historiador Scott Fortner, dueño de la mayor colección de objetos pertenecientes a Marilyn Monroe y antiguo propietario del vestido, ha denunciado en sus redes sociales los daños que supuestamente provocó Kim Kardashian al icónico diseño tras salir a la luz unas fotografías del cambio. «Tan comprometidos que estaban con mantener ‘la integridad del vestido y su preservación’… ¿Valió la pena?», se preguntó. Fortner detalló que el vestido está deshilachado, le faltan cristales y algunos de ellos están colgando de un hilo.
Los conservadores se han llevado a las manos a la cabeza y, de momento, ni el museo Ripley’s ni la propia Kim Kardashian han hecho declaraciones al respecto. Fuentes cercanas a ella tratan de tapar el escándalo asegurando que el vestido no sufrió ningún daño durante la fiesta y que las fotos son falsas. Las mismas fuentes apuntan a que el traje ya parecía haber sido utilizado por alguien antes de que el museo lo comprara. Como consecuencia, el Consejo Internacional de Museos ha prohibido usar prendas con valor histórico a cualquier celebridad.
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