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Afganistán: los talibanes se convirtieron en el primer abastecedor de heroína a Europa

Del 1 de septiembre de 2021 y hasta el 31 de diciembre del mismo año, el tráfico se incrementó en un 70%

Con el retiro total de las tropas estadounidenses ordenado por la administración Biden a finales de agosto de 2021, el grupo islamista Talibán retomó el poder en Kabul después  de veinte años desde que Estados Unidos los derrotara militarmente en la guerra a la que Washington denominó “guerra global contra el terror”. Hoy la ecuación de fuerzas sobre el terreno es netamente favorable al grupo yihadista que implementó la sharía (ley islámica), dominando el país y manejando el tráfico de heroína más grande del mundo hacia Europa y Estados Unidos.

A pesar de los informes de las agencias de inteligencia europeas que han apaciguado la situación afgana. Alemania denunció recientemente que desde el 01 de septiembre de 2021 y hasta el 31 de diciembre del mismo año, el tráfico de heroína se incrementó en un 70%, lo cual muestra el impacto negativo que ha tenido el regreso al poder del grupo islamista en Afganistán.

El informe del ministerio del interior de Alemania fue dado a conocer esta semana en una publicación de la revista Der Spiegel que desarrolla ampliamente los peligros y la influencia del narcoterrorismo yihadista desde la perspectiva internacional en virtud de las relaciones del Talibán con otras organizaciones terroristas regionales que operan desde Asia Central y al interior mundo árabe islámico como también en África y Europa.

La preocupación de Alemania ha sido trasladada a la oficina de seguridad de la Unión Europea (UE) y fundamentalmente se relaciona con la evolución de la relación entre el Talibán y Al-Qaida (“La Base” en idioma español), pero no se descartan nuevas relaciones del grupo con otras organizaciones narco-terroristas. Este último aspecto es sumamente relevante incluso para Washington ya que contrariamente a lo que en Occidente se pueda pensar, teológica e ideológicamente, el Talibán no tiene afinidad con organizaciones inspiradas en las corrientes salafistas como el Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) a la que rechaza violentamente, pero sí con otras redes islamistas que comulgan con su ideología de origen.

La base ideológica y teológica del Talibán se relaciona con la corriente Deobandi, un movimiento originario de la India, más precisamente de la Universidad de Deoband que hizo su aparición en los días posteriores a su independencia de Gran Bretaña; su característica principal distingue al Talibán como un movimiento fuertemente nacionalista. Su nacionalismo inicial se fortaleció en el ámbito de sus principios fundacionales sobre la obligación natural que tiene todo musulmán para realizar la yihad de todas las formas posibles para combatir cualquier presencia extranjera, esa obligación se extiende a cualquier territorio islámico en defensa de otros musulmanes sea del país que fuera.

La corriente Deobandi exige en su postulado básico que un musulmán se debe siempre y en primer lugar a la religión y la fe islámica, y luego a su país, los seguidores deobandies no reconocen las fronteras demarcadas por el derecho internacional, ellos creen que las fronteras son delineadas por la Ummah (comunidad islámica universal) y nunca por las fronteras geográficas. En sentido amplio la corriente ideológica que los caracteriza es la convicción de que el verdadero islám es el original de los tiempos del Profeta Mohammad y que la sharía es la ley que facilita la justa aplicación normativa.

Una patrulla talibán en una imagen de archivo. EFE/EPA/STRINGER

Una patrulla talibán en una imagen de archivo. EFE/EPA/STRINGER

Los Talibanes fueron influenciados desde su origen por la corriente Deobandi como por las madrazas (escuelas religiosas) pakistaníes, pero también por algunas ideas de la corriente wahabita. Esto último ha sido la puerta que abrió el camino a la fuerte alianza con Al-Qaida por los últimos 25 años.

Así, desde que Osama Bin Laden -el neutralizado- líder de Al-Qaida decidió instalarse en Afganistán a mediados de los años ‘90, jurando lealtad al mullah Omar (líder supremo del grupo Talibán) aportando dinero, armas y muyahidines, la alianza entre ambos que ya se había consolidado desde la victoria en la guerra contra la ocupación soviética del país, aunque los Talibanes no existían como tales en aquel momento y se los conocía como muyahidines islámicos que combatían la invasión de la ex-URSS, creció y se fortaleció.

Esa alianza del Talibán y Al-Qaida, posteriormente emergería brutalmente en el escenario internacional con la ejecución del golpe terrorista más impactante de todos los tiempos: el ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono del 11 de Septiembre de 2001; lo que dio lugar a que Estados Unidos interviniera militarmente en Afganistán por más de 20 años.

El plan de represalias de Washington por el ataque a su territorio era derrocar el gobierno Talibán y tuvo éxito rápidamente. Sin embargo, colocando en perspectiva los hechos de finales del mes de agosto de 2021, y ante el desordenado retiro estadounidense de Kabul, el resultado final de la intervención militar de la alianza Occidental permite ver que los objetivos de haber ido allí fracasaron. En los últimos 20 años de intervención militar en Afganistán, Al-Qaida no ha sido derrotada ni se logró neutralizar la alianza entre ella y el Talibán. Este aspecto negativo en el campo político-militar se hace más evidente cuando se observa el escenario global relacionado al terrorismo y al narcotráfico ya que  en la actualidad hay muchas más organizaciones islamistas que veinte años atrás y la expansión del terrorismo yihadista evidencia claramente las capacidades operativas que disponen estos grupos para constituirse en amenazas de gran peligrosidad para la seguridad regional e internacional desde Asia Central, pasando por Oriente Medio, África, Europa Occidental y Occidente en general.

La cadena de errores en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico en aquella región del globo se produjo cuando Washington accedió al pedido del Talibán de excluir a las autoridades del gobierno afgano de las conversaciones del acuerdo firmado en Doha el 29 de Febrero de 2020. Con ello, el Talibán neutralizó la escasa legitimidad que disponía el gobierno afgano constituido en 2001 después de su derrota. Sobre ese acuerdo de Doha, Washington informó que tenía como objetivo establecer “puntos de convergencia” entre Estados Unidos y el Talibán para facilitar las conversaciones entre las distintas tribus afganas y el propio Talibán, ese plan resultó en otro fracaso que no logró progreso alguno, el Talibán se negó a compartir el poder con las tribus y espero agazapado el momento justo para tomar el poder total y ejercerlo sin ningún socio, ignorando por completo a las tribus locales.

Otro punto central incumplido de las conversaciones que derivaron en el acuerdo de Doha refería a la amenaza terrorista. El Talibán se comprometió a evitar que Afganistán se convierta nuevamente en santuario terrorista regional y a no cobijar ninguna organización terrorista, puntualmente a Al-Qaida, como también a combatir y neutralizar cualquier red que represente una amenaza a la seguridad de Estados Unidos y sus socios regionales. No obstante haber acordado esto, el grupo no tomó ninguna medida para rechazar a Al-Qaida y sus relaciones históricas continuaron sin modificaciones, incluso se estrecharon entre septiembre y diciembre de 2021, por lo que Al-Qaida hoy esta presente por lo menos en 3 provincias afganas según informes de agencias de inteligencia europeas. La organización -supuestamente conducida por el egipcio Ayman Al-Zawahiri, más allá de las versiones de su muerte por insuficiencia renal en 2019- se encuentra afianzada en la región meridional y oriental del país.

Este escenario complejo hace que las agencias de seguridad occidentales consideren que Afganistán está jugando un rol importante y sumamente peligroso no solo como amenaza de ataques terroristas graves de grupos yihadistas cobijados por el Talibán contra capitales occidentales, sino que en los escasos cuatro meses que han transcurrido desde que el grupo estableció el Emirato Islámico de Afganistán se ha convertido en el mayor exportador y proveedor de heroína a Europa y ha mostrado la capacidad de burlar controles fronterizos y aduaneros de forma alarmante y sorprendente.

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